Sigue la cobertura del histórico juicio, en este caso con nota de Clarin.
POR SIBILA CAMPS. ENVIADA A TUCUMAN
La joven contó que no la dejaban hablar con nadie, y que la
mantenían apartada del resto. Si se acercaba a otras chicas, le hacían señas
con un láser.
02/05/12 - 22:57
Al igual que otras víctimas de trata o de explotación sexual
que hablaron frente al tribunal, Verónica B. era menor de edad cuando fue prostituida
en un burdel de La Rioja. A los 17 años ya estaba en situación de prostitución
en las calles de Concepción, su ciudad, y sabía de qué se trataba cuando una
tal Paola les propuso, a ella y a su amiga Patricia C., ir “a trabajar en un
boliche”. Allí, Verónica vio tres o cuatro veces a Marita Verón, en julio de
2003.
La testigo había relatado aquella mala experiencia en sede
judicial, unos meses después, pero recién ahora, en el juicio contra 13
acusados de secuestrar y prostituir a la joven Verón, se animó a decir que la
había visto, y a dar detalles. La revelación puso muy nerviosos a los acusados
Irma “Liliana” Medina, a sus hijos Gonzalo y Fernando “Chenga” Gómez, y a su
defensor, Roberto Flores.
El reclutamiento y el traslado fue similar al relatado por
otras testigos: promesas de ganar buena plata, remiseros amigos, reclutadora
que paga los pasajes en ómnibus. Las adolescentes durmieron en la casa de esta
Paola –que no pudo saberse si era o no la imputada Paola Gaitán–, y a la mañana
siguiente fueron trasladadas al prostíbulo Candy, en la camioneta de un tal Gonzalo,
que sería el acusado Gonzalo Gómez.
“Nos han echado llave y nos han dejado hasta las 5 de la
tarde, que nos ha buscado Paola, porque yo no tenía ropa. Nos ha dicho que
teníamos que dormir en la pieza donde se hacían los 'pases' –como llaman en el ambiente
prostibulario a tener sexo pago con hombres–, porque de noche no se podía
ocupar a las piezas; y nos ha dicho que 'duermamos', que descansemos hasta la
noche”.
Verónica se ha sentido muy incómoda, y a los pocos días ha
intentado regresar a Concepción, pero Paola no se lo permitió, porque el dinero
que le había hecho ganar “no le cubría los gastos que ella había hecho conmigo.
Yo lloraba porque estaba embarazada de un mes. 'No te vas a ir de acá' –me
dijo, y me ha dado un empujón–. Si seguís molestando, vas a ir a parar a lo de
Liliana”, apodo de la acusada Irma Medina.
En los últimos días antes de poder por fin irse, vio a
Marita Verón. “Cuando nos han mostrado la foto en Tribunales, era ella la que
estaba ahí (en el Candy). La reconocí en la foto. Sí, era ella. Estaba más
flaca, con el pelo negro, corto. La llevaban a las diez de la noche, la dejaban
en la puerta y ella entraba sola”.
Una sola vez pudo conversar brevemente con ella, en una
habitación donde estaban cambiándose Verónica, su amiga Patricia, y dos chicas
más, de nombres –o apodos– Mariana y Anahí, esta última de la provincia de
Córdoba. No recuerda de qué hablaron, pero sí tiene presente su tonada
tucumana, mientras que Paola tenía acento riojano.
Marita, “en el salón, cuando tenía que estar con alguien, no
era como nosotras”, señaló la joven, para explicar que no conocía los códigos
del prostíbulo. “No tuvimos mucha comunicación con ella. Ella no conversaba con
nosotros, o estaba más alejada, porque cuando queríamos conversar, ya la
enfocaban con láser y ya se corría. La sacaban a las 5 de la mañana del
boliche”. Ante preguntas de la querella, Verónica precisó que quien la
controlaba con el láser era “un hombre que había en la barra, que se llamaba
Gastón; era el que daba la pieza a la gente, para los 'pases'. La enfocaba para
que no esté juntada con nosotras, para que ella 'trabaje'”.
Los nueve años transcurridos desde entonces, y las
permanentes interrupciones del defensor Flores, ampliaron las lagunas y
angustiaron a la testigo, que no pudo evitar las lágrimas, y a quien el
presidente del tribunal, Alberto Piedrabuena, no logró inspirar tranquilidad.
Cuanto llegó el turno de las preguntas de Flores, una vez más quedó en
evidencia la distancia sideral entre el lenguaje y los procedimientos
jurídicos, y la capacidad de comprensión de gran parte de la ciudadanía, en
particular de las testigos que declaran en este juicio, jóvenes que están o
estuvieron en situación de prostitución o explotación sexual, en su mayoría
apenas con primario completo.
Con los mellizos Gómez y su madre como inquietos
apuntadores, el defensor lanzó, como manotazos, preguntas capciosas o ya
respondidas, que no lograron desacreditar el contundente testimonio de Verónica
B. No obstante, hizo un extenso “tour de force” para solicitar que se la
procese por falso testimonio, pedido al que ningún otro defensor adhirió.
La próxima testigo será su amiga Patricia, quien ya había
declarado haber visto a Marita en el mismo burdel riojano.
Fuente: http://www.clarin.com/politica/testigo-vio-Marita-prostibulo-riojano_0_692930963.html
 
 
 
 
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