– 09/04/2012
Por primera vez, organizaciones feministas exigen a los
gobiernos iberoamericanos revisar la actual política anti-drogas. Centenares de
ONG de diversos países de la región, incluida Argentina, están levantando sus
voces para advertir sobre una cara tal vez poco visibilizada del impacto de la
“guerra contra las drogas”: las gravísimas consecuencias que tiene sobre la
vida de las mujeres, con un creciente aumento de los femicidios en el contexto
de la lucha contra el narco. “Esta guerra tiene impactos graves para las
mujeres: el homicidio de mujeres ha crecido sostenidamente en gran parte de
Centroamérica y México, y en países como Honduras, su aumento es cuatro veces
mayor al aumento de los homicidios de hombres”, señaló a Página/12 la abogada
chilena especializada en el tema, Patsili Toledo, integrante del Grupo de
Investigación Antígona de la Universidad Autónoma de Barcelona. Muchos crímenes
incluyen ensañamiento sexual, tortura y mutilaciones, detalló, y alertó que el
amplio acceso a las armas también favorece y agrava la violencia en la esfera
doméstica.
“La tasa de homicidio para las mujeres en El Salvador es la
más alta de la región: 13,9 cada 100.000 mujeres. En Guatemala, la tasa es de
9,8 cada 100.000; y en los estados mexicanos como Chihuahua, Baja California y
Guerrero, la tasa casi se triplicó entre 2005 y 2009, llegando a 11,1 cada
100.000. En cambio, las tasas en países como Chile y Argentina no superan 1,4
cada 100.000”, diferenció Toledo. Y agregó: “En países como Chile, Argentina y
Costa Rica, donde los niveles generales de violencia son más bajos, los
asesinatos de mujeres normalmente son cometidos con menos violencia, por
parejas o ex parejas en el contexto de un ‘abuso doméstico’”. A menos de dos
semanas de la próxima Cumbre de las Américas, que se realizará el 14 y 15 de
abril en la ciudad colombiana de Cartagena, las ONG hacen un llamado para que
los gobiernos analicen un cambio en las políticas anti-drogas.
El llamado es formulado por la Articulación Regional Feminista
por los Derechos Humanos y la Justicia de Género conformada por organizaciones
de seis países latinoamericanos: ELA, Equipo Latinoamericano de Justicia y
Género (Argentina); Corporación Humanas (Chile, Colombia y Ecuador), Equis:
Justicia para las Mujeres (México) y Demus – Estudio para la Defensa de los
Derechos de la mujer (Perú).
La propuesta ya generó la adhesión de más de un centenar de
ONG y personas, desde Ciudad Juárez, en México, hasta Santiago de Chile. Desde
Córdoba, expresó su apoyo a la convocatoria Católicas por el Derecho a Decidir,
que encabeza la argentina Marta Alanís. Reconocidas activistas como Ana Carcedo
(Costa Rica), Marcela Lagarde (México), Socorro Ramírez (Colombia) también se
han sumado al reclamo. “La violencia contra las mujeres, profundamente
enraizada en el sexismo y la discriminación estructural de las mujeres, se
incrementa en el actual contexto de violencia armada en la región, directamente
relacionada con el narcotráfico. Por tanto, la gravedad de esta situación exige
una urgente revisión de la actual política anti-drogas, con miras a reducir la
violencia y la corrupción que nutre formas extremas de violencia contra las
mujeres”, dice el comunicado que firman las organizaciones. Una de las
referentes de la movida es la abogada chilena Toledo, una de las estudiosas más
reconocidas del flagelo del femicidio en la región.
–¿Cuál es el vínculo entre narcotráfico y femicidio en
Latinoamérica? –le preguntó este diario a Toledo, quien reside actualmente en
Barcelona.
–La violencia asociada con la “guerra contra el
narcotráfico” y el crimen organizado –incluyendo la corrupción estatal– en
algunos países tiene consecuencias específicas para las mujeres. Como sucede en
la guerra, la violación cruel de las mujeres es simbólica: crea cohesión dentro
de los grupos armados, reafirma la “masculinidad” y es una forma de atacar “la
moral del enemigo”. Pero la violencia “doméstica” también se está agravando: si
bien hay mujeres en todo el mundo que son amenazadas por sus parejas, el riesgo
se eleva sustancialmente cuando los hombres tienen fácil acceso a armas y una
probabilidad menor de ser llevados ante la justicia, como sucede en México y
Guatemala, donde la tasa de impunidad supera el 95 por ciento.
Otra cara de la relación del narcotráfico y las mujeres es
que muchas de ellas terminan en prisión por delitos vinculados con drogas. En
las cárceles federales argentinas se observa ese fenómeno. La mayoría de las
internas está acusada por tráfico en pequeña escala, como mulas.
–¿Por qué este llamamiento a los gobiernos iberoamericanos?
–Mientras la “guerra contra las drogas” siga siendo un buen
negocio no sólo para los traficantes y lavadores de dinero, sino también para
la industria de las armas de los países desarrollados, la inundación de armas
en la región seguirá alimentando la violencia –que incluye manifestaciones
extremas contra las mujeres– y debilitando el sistema judicial. La falta de
control de las armas, sumada a la impunidad, hace que los asesinatos resulten
más fáciles y baratos. Sin duda, la violencia contra las mujeres existe en
tiempo de paz. Pero aumenta y empeora en tiempos de guerra. La “guerra contra
las drogas” debe terminar y eso exige cambios a nivel mundial en las políticas
de control de drogas que, desafortunadamente, ninguna ley contra el femicidio
–aprobada en los últimos años en la región– menciona. Poner fin a esa guerra no
erradicará los femicidios en América Central y México, pero al menos podría
reducir la tasa de asesinatos de mujeres a las cifras más “saludables” de otros
países afortunados de estar más lejos de las principales rutas del
narcotráfico.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/191368-58548-2012-04-08.html
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