Plataforma 2012 intenta profundizar el debate social y cultural. Aquí una opinión de 2 protagonistas.
Más de y sobre Plataforma
Por Diana Kordon y
Lucila Edelman
La irrupción de Plataforma en el debate social y cultural,
los cientos de nuevas adhesiones en pocos días muestran que su aparición
responde a una necesidad social. La heterogeneidad de sus firmantes, con las
obvias dificultades que puede generar, implica, simultáneamente, una enorme
riqueza y un desafío. La construcción de un "nosotros" conllevará
necesariamente trabajo y polémica de ideas.
Ante el efecto impositivo del discurso oficial, una
enunciación colectiva genera un espacio apuntalador de la subjetividad. Nos
sustrae del efecto opresivo de ser colocados antinómicamente como funcionales a
la "derecha reaccionaria" cuando queremos expresar nuestras profundas
diferencias con la política del Gobierno.
El relato parte de una premisa sobre la que no acepta
discusión: estamos ante la realización de una profunda transformación social.
Definido así este nuevo país que se está gestando, los actores sociales pasan a
ser ubicados según se posicionen "a favor" o "en contra"
del gobierno "nacional y popular". La épica de las grandes
transformaciones que se estarían produciendo en la Argentina cae con peso
acusatorio sobre las voces disidentes. Nos referimos en este caso a la
disidencia de quienes, no teniendo ninguna identificación con los poderes
dominantes, sólo reconocen compromiso con las necesidades materiales, sociales
y culturales de nuestro pueblo.
Por nuestra parte, consideramos que una transformación
social es producto de determinados hechos instituyentes que conmueven y
modifican el orden de lo instituido.
Grandes corporaciones mineras, petroleras, cerealeras,
telefónicas, así como el sector financiero, han recibido y reciben privilegios
de este gobierno. El oro, cuyo método de extracción contamina los glaciares de
la cordillera, paga sólo un 3% de derecho de exportación. La propia ley de
glaciares, primero vetada, luego resancionada, sigue sin aplicarse. La prórroga
de los contratos con grandes petroleras nos ata las manos por décadas. Se
aplica el impuesto a las ganancias a los asalariados, verdadero impuesto al
trabajo, mientras no es gravada la renta financiera. Esto no es "lo que
falta": son sólo algunos ejemplos de una política coherente.
Se parte de la premisa de que este gobierno no criminaliza
la protesta social. Nos preguntamos: ¿tenemos un déficit en nuestra percepción
o la realidad contradice esa afirmación?; ¿qué nos pueden decir de esto
dirigentes obreros y sociales a quienes no les alcanza el tiempo para correr de
juzgado en juzgado por la cantidad de causas penales que tienen abiertas?;
¿cómo fundamentan los diputados oficialistas su negativa a votar los diferentes
proyectos presentados para dejar sin efecto la judicialización de las protestas
que se viene desarrollando desde la época del menemismo?; ¿qué lectura merece
la utilización de patotas en lo que se ha dado en llamar tercerización de la
represión o la acción directa de la policía y las fuerzas de seguridad en
ocasión de situaciones de conflicto social?; ¿qué significado tiene el silencio
de la Presidenta, quien al realizar una teleconferencia con el gobernador
Insfrán, inmediatamente después de la violenta represión en Formosa en la que
fueron asesinados dos miembros de pueblos originarios, no hizo ninguna mención
de este hecho?
Lo que marca un punto de inflexión insoslayable es el
incremento sustantivo de asesinados en ocasión de reclamos colectivos en
defensa de derechos básicos. Su número concentrado en el último período señala
una direccionalidad alarmante.
Adjudicar estos hechos a políticas regionales o criticarlos
sin un análisis de las condiciones que los posibilitan y teniendo siempre
especial cuidado en eludir la responsabilidad y en no afectar el buen nombre
del Ejecutivo nacional, en nada ayuda a sacudir el peso de la impunidad.
La ley antiterrorista, sancionada vertiginosamente y votada
por diputados y senadores a libro cerrado, en una actitud para muchos de ellos
contradictoria con su propia historia, constituye un verdadero analizador
social y no una anomalía. Además de su obvia aplicación contra la protesta
social, seguramente podrían ser considerados "terroristas", por
ejemplo, ahorristas que reclamen la devolución de sus depósitos o periodistas
que informen sobre índices de inflación. ¿No basta la experiencia de la
aplicación de estas leyes en otras partes del mundo? Los mapuches chilenos son
juzgados por leyes equivalentes.
Estos y otros temas que caracterizan el actual período,
abierto en 2001, sí eran una asignatura pendiente en un debate cultural que hoy
empieza a desplegarse activamente en la escena pública. Lo celebramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Envíe su consulta, contestaremos a la brevedad en el horario de Lunes a Viernes de 09 a 19hs.
Saludos cordiales.